sábado, 16 de julio de 2022

El Señor Jesús: La Vid y los Pámpanos

 

El Señor Jesús: La Vid y los Pámpanos

Juan 15:1-17



Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en Mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de Mí nada podéis hacer. Juan 15:5

Recordemos que durante la cena de la Pascua (Juan 13) el Maestro Jesús da a conocer a sus discípulos algo tan importante, como la necesidad de permanecer unidos a Él. Para que pueda ser más comprensible, toma como referencia la vid, cuyo vino habían degustado mientras cenaban.

Jesús les dice: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador” (v.1).

Es por eso que Jesús hace una seria advertencia a sus discípulos: “Todo pámpano que en Mí no lleve fruto lo quitará” (v. 2). Esta es la labor del labrador, cuando ve en la vid sarmientos que no llevan fruto, los desgaja de la vid para que no estorben a los otros sarmientos que sí llevan fruto. Pero incluso estos sarmientos que llevan fruto son limpiados para que el fruto sea más abundante y mejor. El Señor Jesús dice a sus discípulos que Su Palabra es el instrumento para limpiar diariamente los sarmientos que están unidos a esa vid y llevan fruto.

Jesús acercándose más a la propia realidad de sus discípulos, les hace ver que Él mismo es la vid y ellos los sarmientos; a los sarmientos les es necesario permanecer unidos a la vid, si quieren tener vida y frutos. Ya que el sarmiento no puede llevar fruto alguno por sí mismo separado de la vid. Pero el hombre religioso, por lo general, se cree capaz de llevar fruto por sí mismo, sin estar unido por la fe a esa única “vid verdadera”, que es Cristo. Estos frutos del hombre religioso los podíamos calificar como lo describen citas del Antiguo Testamento como uvas silvestres, tienen apariencia de buenas, pero no tienen el sabor dulce del amor de Dios maduradas bajo el sol radiante de la justicia de Cristo.

Debemos recordar que en el Antiguo Testamento Jehová Dios usa este símil para referirse a su pueblo Israel, lo vemos en el (Salmos 80:8; Isaías 5:1-7; Jeremías 2:21), donde les dio uvas silvestres.

Pero ahora, al final de los tiempos, el Dios y Padre de una manera especial nos ha injertado a los gentiles en la “vid Verdadera” que es Su Hijo Jesucristo, por medio de la fe. No hay otra “vid verdadera” que pueda dar los frutos al Padre, ni hay otro labrador que conozca los cuidados adecuados de esa vid y sus sarmientos que el Padre mismo, junto a su hijo.

Sin embargo el creyente debe saber que por su propia vida, que todo el fruto que se da en él proviene de esa “vid verdadera”, que es Cristo; y por Cristo y en Cristo se dan en él los frutos del Espíritu: Por las Escrituras sabemos que son “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, man­sedumbre, templanza” según (Gálatas 5:22-23).

Nadie puede llevar estos frutos por sí mismo si no es Cristo en él; sería tan absurdo como si el sarmiento quisiera producir uvas sin estar unido a la vid.

Jesús mismo dice: “Separados de Mí nada podéis hacer”. Y sin embargo, es como si el hombre siempre se empeñara en hacerlo todo separado de Cristo. La palabra que usa el griego es “dinamai”, que además de significar “poder”, también significa: ser capaz, tener fuerza, capacidad, facultad. Por tanto, sin Cristo el hombre no es capaz, ni tiene fuerza ni capacidad para llevar fruto por sí mismo. Lo que el hombre puede hacer por sí mismo son obras de la carne: “adulterio, fornicación, inmundicia, idolatría, hechicerías, enemistades, iras, contiendas, disensiones, homicidios, borracheras etc.” (Gálatas 5:19s). No olvidemos hermanos lo que la Palabra de Dios nos dice en (Rom. 8:7-8)

“Los designios de la carne son enemistad contra Dios, porque no se sujetan a la ley de Dios, ni pueden… y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios”   ….Amen.


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