domingo, 28 de febrero de 2021

"¿ La expiación sustitutiva, Qué es ?"

 


"¿ La expiación sustitutiva, Qué es ?"

Jesucristo murió en nuestro lugar cuando Él fue crucificado en la cruz. Nosotros somos los que merecíamos estar en esa cruz y morir, porque somos nosotros los que vivimos vidas pecaminosas. Sin embargo, Cristo tomó el castigo en Sí mismo en nuestro lugar. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él.” (2 Corintios 5:21). Él tomó nuestro lugar como sustituto por lo que justamente merecíamos.

 “Quien llevó en Él mismo nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (1 Pedro 2:24). Nuevamente aquí vemos que Cristo tomó sobre Sí mismo los pecados que cometimos, para pagar el precio por nosotros. Pocos versículos más adelante leemos, “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el Justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu...” (1 Pedro 3:18). No sólo estos versículos nos enseñan acerca de la “sustitución” que Cristo fue por nosotros, sino también que Él fue la “expiación”, dando a entender que Él proveyó el pago por los pecados del hombre.

 La “expiación sustitutiva” se refiere al hecho de que Jesucristo murió en representación de todos los pecadores. Las Escrituras enseñan que todos los hombres somos pecadores (leer Romanos 3:9-18 y Romanos 3:23). La pena por nuestros pecados es la muerte. Romanos 6:23 dice, “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”

 En las Escrituras la muerte se refiere a una “separación”, si hermanos la muerte es “separación de Dios. Todos moriremos, iremos al Hades que es el reino de los muertos a descansar buenos y malos, hasta el dia del juicio final que seamos levantados y paguemos por nuestras obras que hicimos en vida, buena o mala(Rom. 2:6-10) y (2 Cor. 5:10). Sin embargo, la segunda cosa que nos enseña este versículo, es que la vida eterna está disponible a través de Jesucristo. Esto es, la expiación sustitutiva.

 Un pasaje más que habla acerca de la “expiación sustitutiva” es Isaías 53:5. Este versículo habla en una forma muy detallada acerca de la venida de Cristo quien moriría en una cruz por nuestros pecados, y sabemos que la crucifixión sucedió tal y cómo fue predicha. Fíjate en las palabras mientras lees. “Mas Él herido fue por NUESTRAS rebeliones, molido por NUESTROS pecados; el castigo de NUESTRA paz fue sobre Él, y por SU llaga fuimos NOSOTROS curados”. Nota la sustitución. ¡Nuevamente aquí vemos a Cristo pagando el precio por nosotros!

 Nosotros no podríamos haber pagado el precio por nuestros propios pecados. O si lo hubiéramos hecho, simplemente habríamos sido castigados y echados en el infierno por una eternidad. Pero Cristo tomó la iniciativa de venir al mundo en la forma del Hijo de Dios, Jesucristo, para pagar el precio por nuestros pecados. Y porque Él hizo esto por nosotros, podemos ahora tener la oportunidad no sólo de tener el perdón de nuestros pecados, sino también de pasar una eternidad con Él. Para que esto sea una realidad, debemos poner nuestra fe en lo que Cristo hizo en la cruz. No podemos salvarnos a nosotros mismos; necesitamos un sustituto en nuestro lugar. La muerte de Cristo es la expiación sustitutiva.

sábado, 20 de febrero de 2021

Dios quiere formar el carácter de Cristo en nosotros (2 Pedro 1:1-5)

 

Dios quiere formar el carácter de Cristo en nosotros (2 Pedro 1:1-5)



Introducción

Leyendo estos capítulos de Mateo no nos queda ninguna duda de que Dios tiene grandes expectativas en cuanto a nosotros: "Sed pues vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto" (Mt 5:48). Sólo de esta manera nuestro servicio para el Señor será aceptable y eficaz.

Sólo así tendremos "una amplia y generosa entrada en el Reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 P 1:11).

Con todo esto en nuestras mentes, regresamos nuevamente a la segunda epístola de Pedro, y veremos que allí nos encontramos con la misma cuestión. Lo que él nos va a decir es que si un día vamos a compartir con el Señor la administración de su glorioso Reino, tendremos que aprender a hacerlo ahora en este mundo por medio del desarrollo de un carácter maduro, espiritual y auténticamente cristiano; el mismo carácter de Cristo.

¿Por qué tengo yo que ser como Cristo?

La respuesta la encontramos en (2 P 1:4): "Nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina".

Puede que alguien piense que esto ya se cumplió en nosotros el día en que nos convertimos y nacimos de nuevo. Como el mismo apóstol Pedro diría en (1 P 1:23): "Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre".

¿Qué posibilidades tengo yo de llegar a ser como Cristo?

Cuando nos enfrentamos con la altísima vocación a la que Dios nos ha llamado, y reflexionando en todo lo que implica, es fácil llegar a pensar que eso no es para nosotros: "Tal vez sí lo sea para alguien como el apóstol Pedro o para los otros apóstoles, pero no para mí.

¿Con qué recursos puedo contar para alcanzar este propósito?

La respuesta la encontramos en (2 P 1:3-4). Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad "nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina".

Cuando nacemos de nuevo llegamos a tener en nosotros la misma vida y naturaleza de Dios, una vida llena de vigor y posibilidades. Por lo tanto, potencialmente tenemos todo lo que necesitamos para que se vaya desarrollando y formando en nosotros su mismo carácter, y de ese modo lleguemos a ser hijos maduros y competentes para enfrentarnos con la alta vocación a la que hemos sido llamados (2 P 1:10).

 (Stg 2:5) La promesa de ser herederos del Reino.

(Ro 4:13,16) La promesa de ser herederos del mundo

(He 12:26-29) La promesa de un Reino inconmovible.

Todas estas promesas, y muchas más que encontramos en las Escrituras, nos han sido dadas para estimular nuestro espíritu y animarnos para hacer firme nuestra vocación y elección.

Por supuesto, Dios es fiel en cuanto a sus promesas, y podemos estar seguros de que él cumplirá su parte en todo lo que ha dicho, de otro modo, su propio carácter quedaría en entredicho, lo cual no es posible. Recordemos algunos textos que afirman esta verdad:

(Fil 1:6) "El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo."

(Fil 2:13) "Dios es el que en vosotros produce el querer como el hacer, por su buena voluntad."

(Jn 14:13) "Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré."

Ya tenemos a Dios y a nuestro Señor Jesucristo, lo que es absolutamente primordial, pero ahora es necesario también que nosotros tengamos una intimidad real y creciente con ellos, conociéndoles cada día mejor. Y esto no se puede quedar en la teoría; es necesario que llegue a ser una realidad viva en nuestras experiencias. (2 P 1:2) "Gracia y paz o sean multiplicadas en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús"

(2 P 1:3) Todo nos ha sido dado "mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia".

(2 P 1:8) "No os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo"

(2 P 3:18) "Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo"

Pablo deseaba por encima de todas las cosas conocer al Señor (Fil 3:8-14). Esta era la razón por la que había sido salvado. Por lo tanto, deseaba "asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo" (Fil 3:12).

Tal como el mismo Señor Jesucristo explicó, el propósito de la vida eterna es, en primer lugar, llevarnos a la presencia de Dios para que le conozcamos: "Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien has enviado" (Jn 17:3).

¿Cómo puedo yo crecer en el conocimiento de Dios?

Si mi crecimiento depende de que yo conozca cada vez más de Dios, ¿cómo puedo llegar a avanzar en esto?

La respuesta es que esto se produce por medio de una intimidad creciente con su Palabra. Este es un tema del que el apóstol Pedro trató en su primera epístola (1 P 1:23) (1 P 2:2) y del que vuelve a tratar nuevamente aquí (2 P 1:19-21).