jueves, 25 de julio de 2024

Mirando Al Futuro Filipenses 3:17-21

 

El Futuro  

Filipenses 3:17-21



Lo que nos dice La ley del karma tiene trampa. Los hindúes usan esta palabra sánscrita para hablar de una energía trascendente que se deriva de los actos de las personas. La enseñanza es que cada reencarnación está condicionada por los actos realizados en vidas anteriores, de modo que karma es una ley cósmica de retribución, de causa y efecto. Tus sufrimientos en esta vida pueden atribuirse a tus fallos en una vida anterior.

El problema es que confiar en un destino ciego exime de toda responsabilidad en el presente. Si todo lo que ocurre estaba escrito, entonces pase lo que pase, aquello tenía que ser. Tus impertinencias, tus infidelidades y tus agresiones de hoy no tienen culpa: estaba escrito. Tenía que ser así. Si el horóscopo de la revista ha puesto que hoy tendrás un enfrentamiento con alguien y después una reconciliación, entonces es lo que tiene que ocurrir. No importa el hecho objetivo de que las estrellas no influyan para nada en los sucesos de la vida, así está escrito. No depende de tu buen comportamiento o tus travesuras éticas, es el destino. Nadie queda culpable de nada.

Sin embargo, lo del karma tiene un lado más oscuro. Al proponer que el sufrimiento es secuela de una vida anterior, quiere decir que las víctimas de cualquier tipo de crimen - robo, violación, secuestro, homicidio - son los culpables de ello, porque la desgracia se explica por el comportamiento deficiente en una vida previa. El ladrón o el asesino no tiene la culpa, sólo ha puesto pies y manos a lo que el destino tenía para ti. Si sufres, eres el único culpable y ningún otro.

Filipenses 3:17-21

“Amados hermanos, tomen mi vida como modelo y aprendan de los que siguen nuestro ejemplo. Pues ya les dije varias veces y ahora se los repito de nuevo con lágrimas en los ojos: hay muchos cuya conducta demuestra que son verdaderos enemigos de la cruz de Cristo. Van camino a la destrucción. Su dios es su propio apetito, se jactan de cosas vergonzosas y solo piensan en esta vida terrenal. En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, donde vive el Señor Jesucristo; y esperamos con mucho anhelo que él regrese como nuestro Salvador. Él tomará nuestro débil cuerpo mortal y lo transformará en un cuerpo glorioso, igual al de él. Lo hará valiéndose del mismo poder con el que pondrá todas las cosas bajo su dominio.”

La visión bíblica de la historia es muy distinta. La historia no se concibe como una serie de ciclos impersonales que se repiten inexorablemente: mueren los viejos, nacen los nuevos, y todo sigue igual. El rey ha muerto, viva el rey. La Palabra de Dios plantea la historia como el despliegue por etapas de un plan eterno. El dibujante del plan es un Dios sabio, poderoso y bondadoso. El plan tiene un comienzo y un fin, y el día a día de ello está en manos del Arquitecto y Constructor. Al mismo tiempo cuenta con las decisiones libres de las voluntades autónomas de criaturas inteligentes. El es soberano, las personas son libres, y de alguna manera Dios incluye su libertad en su plan eterno.

La Biblia dice que Jesucristo es el Cordero inmolado desde antes de la fundación del mundo (Ap 13:8). Dios había previsto la muerte de su Hijo en la cruz, pero Judas libremente decide entregar a Jesús, los sacerdotes a condenarle y los romanos a ejecutarle. Todos los actores en el drama de la pasión toman sus decisiones libremente, pero de alguna manera Dios estaba supervisando todo para que todo cumpliera su voluntad perfectamente: "A éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole" (Hch 2:23).

He aquí la belleza del planteamiento bíblico. La Palabra de Dios asegura que sí, el mundo tal y como lo conocemos llegará a su fin. Dios actuará de forma decisiva para acabar con todo mal: el pecado, el sufrimiento, las guerras y la mismísima muerte. Intervendrá directamente como nunca ha hecho desde los días del diluvio de Noé, mandando juicios escalonados en el tiempo final, con la intención de dar tiempo a todas las personas que quisieran volver a Dios, para luego venir él en la persona del Señor Jesucristo. Cristo volverá al mismo escenario donde una vez fue rechazado y personalmente barrerá todo mal del planeta para establecer un nuevo orden de las cosas. Serán cielos nuevos y tierra nueva, donde morará la justicia y la paz. Será una auténtica edad de oro, un mundo idílico sin ninguna sombra que pudiera empañar la felicidad de todos los que lleguen a ello.

Un componente clave de la vida cristiana es la esperanza del regreso de Jesús. La Biblia describe el cristiano como una persona que está esperando el retorno de su Salvador: "aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan" (He 9:28). Los cristianos son los que "se han convertido de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo" (1 Ts 1:9-10). Es lo que la Palabra llama la "esperanza bienaventurada" (Tit 2:13).

La visión cristiana del futuro abarca dos aspectos: el fin de tu mundo particular, lo que los teólogos llaman la "escatología personal", y el fin del mundo en general, o "escatología general". En los dos casos, la información bíblica aporta un consuelo enorme. La certeza del desenlace es para el creyente una esperanza bienaventurada.

 

Francis Suarez

 


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