Indudablemente hay muchas razones por la cual una
persona rechaza a Dios y las causas que mencionaremos aquí no son las únicas
maneras que la iglesia contribuye a ello. Sin embargo, estas razones son de las
primordiales para que la gente rechace la iglesia en búsqueda de alternativas,
y debemos contribuir para cambiar eso.
#1 – Posturas anti-científicas
Existe una ideología eclesiástica de que los avances
científicos son un ataque a al Cristianismo. A medida que la ciencia avanza,
más amenaza la fe.
Hay muchas iglesias que se muestras antagónicas ante
la ciencia, provocando que sus miembros cuestionen cosas probadas y confirmadas
por los métodos científicos. Si cobijamos a nuestro niños y jóvenes de las
verdades científicas, cuando ellos las experimenten por su cuenta, van a creer
más en aquel que los expone a ellas que a quién los guardó de ellas. Esto se
vuelve un problema cuando la persona que les revela las verdades científicas
termina su demostración diciendo: “…y por esto es que Dios no existe.”
Pero esto no es así.
Hay una guerra innecesaria entre la ciencia y la religión. Tenemos que exponer a nuestros
hermanos en Cristo a las verdades científicas y decirles la clave para
entenderlas: La ciencia no es un reto a la existencia de Dios. Como Dios no es
algo físico, la ciencia no puede entrar en ese asunto. Por lo tanto, la
existencia de Dios no se puede probar ni desaprobar por medio de la ciencia. La
ciencia puede – y logra – apuntar a la presencia de un
Creador, a través de la creación perfecta y ordenada pero el determinar si el
Creador está o no va mucho mas allá del alcance de ella.
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#2 – MANEJO DE LAS DUDAS
Una de las maneras más comunes que la iglesia crea
ateos es en su manejo y/o su animosidad ante las dudas de sus miembros.
Es un escenario muy común: una persona tiene una duda
sobre algún aspecto del Cristianismo y se la lleva – como se supone – a
alguno de sus líderes (pastor, maestro, etc.) y este no sabe la contestación o
provee una contestación que, tal vez, no es suficiente como para apagar la
duda. Entonces, la reacción hostil del líder ante la duda o la persistencia de
la persona provoca una sensación de “La Iglesia no tiene las contestaciones y
debo buscarlas en otro lugar.”
Sucede mucho con cuestiones de
doctrinas y dogmas que
no son necesariamente esenciales a las verdades del Cristianismo.
Los líderes deben ser lo suficientemente humildes y
sinceros como para manejar la situación con un “no lo sé.” Esto puede abrir una
excelente oportunidad de búsqueda y crecimiento espiritual e intelectual –
tanto para el que trae la duda como para el que la recibe. La reacción no debe
ser: “Porque no, ¡y punto!” Al
contrario: ser humilde, sincero y dispuesto a estar equivocado abrirá mucho
terreno con esa persona. Es muy diferente decir: “Eso es algo que no me
había preguntado antes. Vamos a buscar una respuesta. Las dudas no son el enemigo de la fe. El
teólogo Frederick Buechner lo dice de la siguiente manera:
“Las dudas son las hormiguitas en los pantalones de la
fe; la mantienen despierta y en movimiento.”
Y también el famoso C.S. Lewis:
“La sed se hizo para el agua; las dudas para la
verdad.”
El Cristianismo tiene contestaciones y nos toca
proveerlas, hacer defenza (1 Pedro 3:15).
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#3 – Énfasis en creer por
encima de conocer
Siguiendo en los pasos de lo anterior, muchas veces se
utiliza el “¡créelo por fe!” cuando se debería utilizar un “no lo sé” o [ Buscare que dice la biblia al respecto=.
El problema de esto es doble.
Primero, esto no es lo que establece la Biblia
sobre qué es fe.
Utilizar la fe como una excusa para no tener que indagar y confrontar
nuestras creencias provoca y fomenta tener una fe ciega. La fe ciega es
una “fe” que se basa en nada, cuando la Biblia nos llama a basar nuestra fe en
el conocimiento de Dios y su Palabra. Sin embargo, cuando se enfatiza la
creencia por encima del conocimiento, entonces la iglesia pierde. ¿Por qué?
Platón lo dijo de la siguiente manera:
“El conocimiento es mucho más que creer
en lo correcto.”
Y esto nos lleva a lo segundo: El conocimiento incluye creer, por lo cual el
conocimiento sobre las cosas de Dios no te aleja de Dios – te acerca a Dios.
Cuando enfatizamos anclar nuestras creencias al conocimiento de la Verdad,
entonces le ponemos un fundamento firme a
nuestra fe.
Las iglesias no deben fomentar la mentalidad de “créelo y ya, por que sí y no cuestiones,”
sino la libertad de “ven y pon a prueba
y conoce por qué creemos en lo correcto.”
Por medio de la fe, Noé
construyó un arca y salvó a su familia del diluvio (véase Hebreos 11:7); Moisés
separó las aguas del Mar Rojo (véase Hebreos 11:29); Elías el Profeta hizo que
cayera fuego de los cielos (véase 1 Reyes 18:17–40)
LA FE Y EL CONOCIMIENTO—[PARTE
II]
¿Cuál es la conexión entre la
fe y el conocimiento? O ¿existe alguna? ¿Puede uno tanto “conocer” y “tener fe” al
mismo tiempo, El conocimiento y la fe no son ni diametralmente opuestos ni
mutuamente exclusivos. De hecho, la fe depende en el conocimiento. El mismo
Señor no podría haber sido más claro en Su evaluación del rol que el
conocimiento tiene que cumplir en el establecimiento de la fe cuando dijo: “Y
conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan
8:32). Si el conocimiento se relaciona a la verdad, entonces, la fe se
relaciona no menos que a Él
Quien es la verdad (Juan 14:6). Tanto la fe (Juan 16:27-30) y el
conocimiento (Juan 7:17) reportan que Él y Su enseñanza son del Padre.
El deseo del apóstol Pedro fue
que los cristianos “crecieran en la gracia
y el conocimiento” de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (2 Pedro 3:18).
El compañero del apóstol Pedro, Pablo, expresó el deseo de que “seáis
llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e
inteligencia espiritual” (Colosenses 1:9). Dios “quiere que todos los hombres sean
salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4). Además,
no solamente los hombres pueden saber la verdad, sino pueden saber que la saben,
como el apóstol Juan enfatizó repetidamente. Juan declaró que podemos saber la
verdad (1 Juan 2:21) y que podemos “conocer que nosotros conocemos” a
Jesús y que “sabemos que estamos en él” cuando guardamos Sus mandamientos o
Su palabra (1 Juan 2:3,5). AMEN.
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