¿Qué quiere decir que somos sacerdotes?
En
las santas escrituras el apóstol
Pedro describió a
los cristianos como sacerdotes. En su primera epístola dijo que somos real sacerdocio (1
Pedro 2:9) y sacerdocio santo (1 Pedro
2:5) y el mismo apóstol
Juan decía que el Señor “nos hizo reyes y
sacerdotes para Dios, (Apocalipsis 1:6)
Pero
¿qué quiere decir que somos
sacerdotes? Para responder a esta interrogante es necesario una mirada al
sistema de sacrificios, a la estructura del tabernáculo y la naturaleza, los
requisitos y el propósito
del oficio sacerdotal:
Los
escritores del Nuevo Testamento usaron varias palabras para describir nuestra
nueva naturaleza como creyentes. Leemos que somos siervos, ovejas, santos y
desde luego, la realidad más prominente tiene que ver con nuestra identidad
como ‘hijos de Dios’. Cada una de estas
figuras comunican las distintas realidades y cada una apunta a diferentes
aspectos de nuestra salvación. Y sobre todo a partir de CristoJesus que surge esta nueva creacion la " Iglesia" cuerpo de Cristo de la cual es la cabeza.
El Antiguo Testamento nos explica que el tabernáculo era el santuario que
Israel edificó en
el desierto para la adoración
a Dios. Moises recibió
las instrucciones en cuanto a su diseño
y las dimensiones del mismo. Este santuario estaba dividido en tres partes: El
atrio, que era un patio grande, el Lugar santo y el Lugar santísimo. Estos dos últimos eran una especie de
tienda que estaba dividida por una gruesa tela llamada el velo. Nadie, excepto
el sumo sacerdotes podía
cruzar el velo para entrar al Lugar Santísimo.
Esto era permitido solo una vez al año
para hacer expiación
por los pecados del pueblo (Hebreos 9:6-7). Ademas, el Señor estableció el sistema de
sacrificios, con sus rituales y ordenanzas y designó únicamente a la tribu de
Leví para servir como
sacerdotes, en particular a la familia de Aaron.
Ahora
bien, todo este sistema de sacrificios, el tabernáculo y el oficio sacerdotal apuntaban a una
realidad mayor: la persona y la obra de Cristo. En palabras del apóstol Pablo todo era “una
sombra”
(Colosenses 2:16) que ilustraba y anticipaba, el más grande sacrificio, es
decir la cruz de nuestro Señor
Jesucristo.
A
la luz de esto debemos considerar un hecho de crucial importancia que Mateo
registra cuando Jesús
murió en la cruz: “Y he aquí, el velo del templo se
rasgó en dos” (Mateo 27:51).
Este evento, representa una verdad espiritual de gran valor para el creyente y
fue explicado por el escritor de Hebreos de esta manera:
“Así que, hermanos, teniendo
libertad para entrar en el Lugar Santísimo
por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su
carne” (Hebreos 10:19-20).
Esto quiere decir, que el cuerpo golpeado y lacerado de Jesús es ese velo que se rasgó para darnos acceso a
Dios. A diferencia de los israelitas, ahora tenemos esa libertad de acercarnos
a Dios.
Por
lo tanto, estamos en condiciones de considerar no solo nuestra nueva posición como sacerdotes sino
también la función que se desprende de
ella. Sabemos que somos sacerdotes. Sabemos que el velo se rasgó y que hay un camino nuevo
que nos lleva a Dios. Por eso se nos invita a acercarnos “para ofrecer sacrificios espirituales
aceptables a Dios por medio de Jesucristo”
( 1 Pedro 2:4-5) y también
se nos anima a acercarnos confiadamente “para
alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).
A
esta realidad y a este aspecto de la vida cristiana los reformadores del siglo
XVI le llamaron el “sacerdocio universal de todos los
creyentes”.
Ellos enseñaban
que la vida que agrada a Dios se debe expresar en todas y en cada una de las áreas de nuestras vidas.
Entonces
¿qué significa que somos
sacerdotes? O ¿qué es el sacerdocio del
creyente?
El
sacerdocio del creyente hace referencia a la nueva posición de los cristianos para
la tarea de la adoración.
En virtud de esto, todo creyente tiene el privilegio y la responsabilidad de
acercarse y presentarse ante Dios como un sacrificio (Romanos 12:1) y a su vez para ofrecerle sacrificios espirituales (1 Pedro 2:4-5). Ahora podemos adorarle
en todo lugar. Podemos orar, pedirle y recibir de Él. Podemos servirle, buscar
su rostro, y más
glorioso aún,
ser aceptados por él.
El
velo se rasgó y el camino se abrió. Somos sacerdotes y podemos acercarnos.
Vivamos para adorar a Dios. Vivamos para Su gloria.
El
sacerdocio del creyente se ejerce en todas y cada una de las esferas de la
vida, desde las responsabilidades individuales en el hogar, en el trabajo y en
la iglesia hasta en las relaciones interpersonales. Todo lo que hacemos es
adoración espiritual. Todo es
sagrado. Nuestra labor como trabajadores, nuestro desempeño como estudiantes,
nuestra dedicación
como esposos, padres e hijos son formas legítimas
a través de las cuales ejercemos
nuestro sacerdocio.
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