¿Conexión entre
Oración y Ayuno?
Aunque la conexión entre oración y ayuno no está específicamente
explicada en la Escritura, un hilo común que los conecta parece correr a través
de todos los ejemplos de oración y ayuno que han sido registrados en la Biblia
y si, ellos demuestran la fuerte relación que tienen ambos cuando se combinan
con humildad y respeto a las suplicas hechas al Señor. Desde los tiempos de Adán, el pueblo de Dios
ha ayunado con el fin de estar más cerca de Él y adorarlo. Jesús demostró la
importancia del ayuno por medio de Su propio ejemplo (véase Lucas 4:1–4).
Mediante la revelación de los postreros días, hemos aprendido que el Señor
todavía espera que Su pueblo ayune y ore con frecuencia.
El Salvador nos enseñó que el ayuno con un propósito determinado es algo
más que abstenerse de comer y de beber; es también concentrarse en asuntos
espirituales, La oración es una parte necesaria del ayuno. En las Escrituras,
el ayuno y la oración se mencionan juntos. A nuestro ayuno lo debe acompañar la
oración sincera, y es necesario que comencemos y terminemos nuestro ayuno con
una oración. Un ayuno
puede tener varios propósitos. Por medio del ayuno y de la oración, podemos
vencer debilidades o encontrar solución a problemas. Algunas veces oramos y
ayunamos para pedir ayuda o guía para otras personas, por ejemplo, en beneficio
de un familiar que esté enfermo y que necesite una bendición.
Marco Histórico Bíblico:
En el Antiguo Testamento, parece que el ayuno y la oración tenía que ver
con un sentido de necesidad y dependencia, y/o de una total incapacidad ante
calamidades presentes o anticipadas. Podemos ver que la oración y el ayuno se
combinan en el Antiguo Testamento en tiempos de duelo, arrepentimiento, y/o
profunda necesidad espiritual.
La oración y ayuno de Nehemías, como se describe en el primer capítulo
de su libro, fue resultado de su profunda aflicción sobre las noticias de que
Jerusalén había sido asolada. Sus muchos días de oración estuvieron caracterizados
por lágrimas, ayuno, confesión por su pueblo, y ruegos a Dios por misericordia.
Tan intensa y sincera era la manifestación de sus angustias, que es casi
inconcebible que pudiera “tomarse un descanso” en medio de tales oraciones,
para comer y beber. La devastación que sufrió Jerusalén, también impulsó a
Daniel a adoptar una postura similar: “Y volví mi rostro a Dios el Señor,
buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza” (Daniel 9:3).
Como Nehemías, Daniel ayunó y oró para que Dios tuviera misericordia de la
gente, diciendo “hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho
impíamente, y hemos sido rebeldes, nos hemos apartado de tus mandamientos y de
tus ordenanzas” (v. 5).
En muchos casos en el Antiguo Testamento, ayunar está ligado a la
oración intercesora. David oró y ayunó por su hijo enfermo (2 Samuel 12:16),
llorando ante el Señor en ferviente intercesión (vv.21-22). Ester urgió a
Mardoqueo y a los judíos a ayunar por ella, mientras planeaba aparecer ante su
esposo el rey (Ester 4:16). Claramente, el ayuno y la petición están
estrechamente relacionados.
Hay ejemplos de oración y ayuno en el Nuevo Testamento, pero éstos no
están relacionados con el arrepentimiento o la confesión. La profetisa Ana
“… no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y
oraciones” (Lucas 2:37). A la edad de 84 años, su oración y ayuno eran
parte de su servicio al Señor en Su templo mientras esperaba al prometido
Salvador de Israel. También en el Nuevo Testamento, la iglesia en Antioquia
ayunaba en conexión con su adoración, cuando el Espíritu Santo les habló acerca
de comisionar a Saulo y Bernabé para la obra del Señor. “Entonces, habiendo ayunado y
orado, les impusieron las manos y los despidieron” (Hechos 13:3).
Una cosa está clara: la teología del ayuno es una teología de
prioridades, en la cual se les da a los creyentes la oportunidad de expresarse
ellos mismos, en una devoción indivisible e intensa al Señor y a las
preocupaciones de la vida espiritual. Esta devoción será expresada mediante la
abstinencia por un poco de tiempo, de cosas tan buenas y normales como la
comida y la bebida, a fin de disfrutar de un tiempo ininterrumpido de comunión
con nuestro Padre. Permitiendo asi a través de estos dos tener la “…libertad
para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo” (Hebreos 10:19),
ya sea ayunando o no, es una de las partes más deleitosas de esas “cosas
mejores” que son nuestras en Cristo. La oración y el ayuno no deben ser una
carga o un deber, sino más bien una celebración de la bondad y misericordia de Dios
para con Sus hijos.
Francis Suarez