domingo, 4 de febrero de 2024

Los creyentes en la gloria

 

Los creyentes en la gloria

(Juan 17:24-26)



Muchas veces la oración de Jesús se había centrado en los discípulos durante su paso por este mundo, pero ahora el asunto por el que oraba por ellos es diferente. No se trata ya de su salvación, o de su santificación, sino de su glorificación. Por lo tanto, el Señor habla a continuación de la participación de sus discípulos en su futura gloria con él, emulando así el mismo trato para todos aquellos creyentes que decidieron aceptarle y servirle, en conjunto los que conforman su Iglesia.

"Quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo" Expreso

(Jn 17:24) "Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo."

El uso del tiempo presente que el Señor emplea aquí ("donde yo estoy"), no se refiere a su ubicación en Jerusalén, rumbo a Getsemaní, sino en la gloria donde él estaría en poco tiempo. Tal era su certeza en que sería glorificado junto al Padre que lo presenta una vez más como un hecho consumado. Es evidente que él veía ya su victoria y regreso triunfal a lo más alto del cielo, pero pensando en ello, su deseo íntimo era que los creyentes se unieran a él en su gloria eterna.

Notemos bien que el Señor no sólo quiere que seamos llevados al cielo, aunque evidentemente esto está incluido en su petición, sino que lo que pide expresamente es que "estén conmigo". El amor de Cristo no quedará satisfecho hasta que cada miembro de su pueblo esté con él para siempre en su gloria.

Ahora hermanos encontramos un equilibrio perfecto en las palabras del apóstol Pablo:

(Fil 1:21-26)Dice : "Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros. Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe, para que abunde vuestra gloria de mí en Cristo Jesús por mi presencia otra vez entre vosotros."

Para Pablo había un propósito en quedar en esta vida presente, y como vemos, no era disfrutar de las cosas del mundo, sino servir a Dios y a los hermanos dentro del ámbito del Reino de Dios. Pero por otro lado, no dejaba de desear "partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor".

Seguramente exclamaremos algo parecido a lo que dijo la reina de Sabá cuando conoció a Salomón:

(2 Cr 9:5-6) "Y dijo al rey: Verdad es lo que había oído en mi tierra acerca de tus cosas y de tu sabiduría; Mas yo no creía las palabras de ellos, hasta que he venido, y mis ojos han visto: y he aquí que ni aun la mitad de la grandeza de tu sabiduría me había sido dicha; porque tú superas la fama que yo había oído."

En todo caso, si viéramos todo este asunto con cordura espiritual, deberíamos empezar por admirarnos de que el Señor quiera estar con nosotros toda la eternidad. No hay ningún misterio en que nosotros queramos estar con él, pero sí en que él quiera pasar la eternidad con personas como nosotros.

"Para que vean mi gloria que me has dado"

Pero el Señor no sólo quiere que sus discípulos estén con él, sino también quiere que contemplen su gloria. Surge entonces la pregunta: ¿a qué gloria se refiere?

Puede entenderse como una referencia a la gloria de su naturaleza humana después de la ascensión (Fil 3:21), o a la gloria que Cristo tiene ahora como Redentor y Cabeza de la Iglesia. El Apóstol Pablo habla de ella de esta forma:

(Ef 1:20-23) "...la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo."

Notemos hermanos que en su oración el Señor agrega que esta gloria le fue dada por el Padre, "porque me has amado desde antes de la fundación del mundo". El Padre había ordenado esa gloria para su Hijo por esa razón, porque amaba a su Hijo desde la eternidad.

Sólo esto puede llenar una eternidad entera de un gozo sin fin. ¿Qué otra cosa lo podría hacer? Cuando pensamos en una eternidad sin fin, fácilmente podríamos pensar que llegará un momento en que podremos ser sumidos en el aburrimiento o la monotonía, pero disfrutar de la gloria de Cristo será un deleite sin fin, siempre nuevo y maravilloso. Recordemos lo que dijo el apóstol Pablo:

(1 Co 2:9) "Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman."

Pero, además de todo lo anterior, en el plan misericordioso de Dios los creyentes no sólo ven la gloria de Cristo, sino que también participan de ella:

(Col 3:4) "Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria."

(Ro 8:18) "Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse."

Esto implica que los creyentes serán transformados a la imagen de Cristo glorificado.

"Padre justo, el mundo no te ha conocido"

(Jn 17:25) "Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste."

Cuando anteriormente el Señor había pedido santificación para sus discípulos, se dirigió al Padre como "Padre santo", ahora, cuando está tratando del destino eterno de los hombres, se dirige a él como "Padre justo", y lo que pretende resaltar con ello es que es justo salvar a los que han creído en él y llevarlos a la gloria eterna, del mismo modo que es justo dejar fuera a aquellos que no han querido creer en él.

"Les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún"

(Jn 17:26) "Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos."

Aquí el Señor resume lo que había hecho y lo que aún haría por sus discípulos. En primer lugar les había dado a conocer al Padre ("les he dado a conocer tu nombre"), pero seguiría haciéndolo, ya no directamente, sino por medio del Espíritu Santo. Aunque en el contexto presente, podemos pensar también que lo seguirá haciendo cuando estén en la gloria celestial con él. Allí  seguirá enseñando las riquezas inagotables de Dios que habían sido suyas desde antes de la creación del mundo. Estoy seguro Amen.

Francis Suarez


No hay comentarios:

Publicar un comentario