12 grandes mujeres de la Biblia
La Biblia tiene varios ejemplos de mujeres temerosas de Dios que marcaron la diferencia en su momento. Esas mujeres se destacaron en un mundo dominado por los hombres, y demostraron que Dios nos usa a todos para cumplir sus propósitos. Estas son 12 mujeres que se destacaron, pero no son las únicas.
María era una joven sencilla que fue escogida para una gran misión: ser la madre de Jesús. Ella no rechazó esa misión, sino que la aceptó con fe. Con seguridad y aplomo, María ayudó a educar a Jesús y, años más tarde, lo vio resucitado en gloria.
Pensemos por un momento solo el hecho de que Dios la
eligió sobre todas las otras mujeres para a través de ella traer a la tierra a
su hijo, criarlo y educarlo hasta que estuviera listo para hacer la obra de su
Padre la hace especial y única.
―Aquí tienes a la sierva del Señor
—contestó María—. Que él haga conmigo como me has dicho.
(Lucas 1:38)
Sara, aunque ya estaba entrada en años, abandonó todo
para vivir el resto de su vida en tiendas de campaña. Ella permaneció siempre
al lado de su esposo, Abraham, apoyándolo. Sara creyó a Dios, y con 90 años,
vio realizado su sueño de tener un hijo. Dios llenó su corazón de alegría.
Sara dijo entonces: «Dios me ha hecho reír, y todos los
que se enteren de que he tenido un hijo se reirán conmigo.»
(Génesis
21:6)
Rajab era una prostituta de Jericó que salvó la vida de
dos espías hebreos. Esa fue la razón por la que su familia se salvó cuando los
hebreos atacaron Jericó. Gracias a su fe esta mujer despreciada se ganó un
lugar entre el pueblo de Israel, llegó a ser uno de los antepasados de Jesús y
obtuvo un puesto entre los héroes de la fe.
Por la fe la prostituta Rajab no murió junto con los
desobedientes,
pues había recibido en paz a los espías.
(Hebreos
11:31)
Débora era una profetisa y jueza que lideraba a Israel
cuando no había rey. Ella convocó el ejército y animó a los guerreros a
derrotar a los opresores. Bajo el liderazgo de Débora, Israel tuvo paz durante
40 años.
Los guerreros de Israel desaparecieron;
desaparecieron hasta que yo me levanté.
¡Yo, Débora, me levanté
como una madre en Israel!
(Jueces 5:7)
Rut no era israelita, pero se ganó un lugar entre el
pueblo de Dios por su dedicación a Dios y por el amor a su suegra. Ella
abandonó su casa y su familia para servir a Dios. Rut era trabajadora y respetuosa.
Conquistó el corazón de Booz y fue la bisabuela del rey David.
Pero Rut respondió:
―¡No insistas en que te abandone o en que me separe de ti!
Porque iré adonde tú vayas, y viviré donde tú vivas.
Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios.
(Rut 1:16)
Ana no podía tener hijos, pero confiaba en Dios y oró con
fe por uno. Cuando Dios se lo dio, ella se lo dedicó como muestra de
agradecimiento. Samuel se crio en el templo y llegó a ser un gran profeta.
Ana elevó esta oración:
Mi corazón se alegra en el Señor;
en él radica mi poder.
Puedo celebrar su salvación
y burlarme de mis enemigos.
(1 Samuel 2:1)
Ester era una chica israelita que ganó el concurso de
belleza más importante de su tiempo y se convirtió en la reina de Persia. Ella
fue muy valiente y arriesgó su vida para salvar a su pueblo de una gran
masacre. Dios le dio belleza, gracia e inteligencia a Ester para que ella
pudiera proteger a su pueblo.
Al rey le gustó Ester más que todas las demás mujeres, y
ella se ganó su aprobación y simpatía más que todas las otras vírgenes. Así que
él le ciñó la corona real y la proclamó reina en lugar de Vasti.
(Ester 2:17)
Miriam nació y creció como esclava en Egipto. Cuidó de su
hermano Moisés cuando él era un bebé. Ese es el mismo Moisés a quien Dios usó
para liberar al pueblo de la esclavitud. Además de ser líder de alabanza,
Miriam era profetisa y era muy respetada por el pueblo hebreo.
Miriam les cantaba así: Canten al Señor, que se ha
coronado de triunfo arrojando al mar caballos y jinetes.
(Éxodo
15:21)
Priscila es un ejemplo del trabajo en equipo. Ella
trabajaba con su marido, Aquila, difundiendo la palabra de Dios. Ellos eran
amigos de Pablo y fundaron una iglesia en su casa. Priscila y Aquila también
enseñaron y prepararon a un hombre llamado Apolos para la obra de Dios.
Saluden a Priscila y a Aquila, mis
compañeros de trabajo en Cristo Jesús. Por salvarme la vida, ellos arriesgaron
la suya. Tanto yo como todas las iglesias de los gentiles les estamos
agradecidos.
(Romanos 16:3-4)
Agar, sierva de Sara, fue humillada y maltratada por su
señora, pero todo esto era necesario como prueba para probar su carácter y
obediencia y por eso huyó. Allí, en el desierto, tuvo un encuentro con el ángel
del SEÑOR. Recibió la promesa de que su descendencia sería numerosa a través de
su hijo, Ismael. Ella, que se había
sentido insignificante e invisible hasta entonces, le llamo por nombre a
Dios, El Roí (el
Dios que me ve). Dios la había visitado, y ahora sabía que era valiosa para él.
Ella invocó el nombre del SEÑOR, que hablaba con ella, y
dijo: Tú eres un Dios que me ve.
Pues pensó: “¿Acaso no he visto aquí al que me ve?”.
(Génesis
16:13)
Elisabet, que había sido estéril, se convirtió en la
madre de Juan el Bautista, quien preparó el camino para el ministerio de Jesús.
Durante su embarazo, Elisabet recibió la visita de su parienta, María, también
embarazada. Tan pronto Elisabet oyó la voz de María, fue llena del Espíritu
Santo y bendijo a María y a su bebé, Jesús. ¡Reconoció que Jesús era un bebé
como ningún otro!
Aconteció que, cuando Elisabet oyó el saludo de María, la
criatura saltó en su vientre. Y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, y
exclamó a gran voz y dijo: ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de
tu vientre!
(Lucas
1:41-42)
Finalmente
que podemos decir de esta mujer; Lidia era vendedora de púrpura de la ciudad de
Tiatira, y temerosa de Dios. Era una mujer exitosa, pero eso no le impedía
buscar a Dios de todo corazón. Ella escuchó el mensaje de Pablo y sus
compañeros, abrió su corazón a Dios y, tanto ella como su familia, fueron
bautizados. Ella abrió su casa a Pablo y ayudó con su hospitalidad al
establecimiento de la iglesia en su región.
Como ella y su familia fueron bautizadas, nos rogó
diciendo: “Ya que han juzgado que soy fiel al Señor, entren en mi casa y
quédense”. Y nos obligó a hacerlo.
(Hechos 16:15)
Francis Suarez
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