domingo, 30 de abril de 2023

¿Cuál es el sentido de la vida?

 

¿Cuál es el sentido de la vida?


En nuestra cultura humanista, la gente pierde fácilmente de vista el sentido de la vida. Persiguen muchas cosas, pensando que en ellas encontrarán sentido y propósito. Algunas de estas búsquedas incluyen el éxito en los negocios, la riqueza, las buenas relaciones, el sexo, el entretenimiento y hacer el bien a los demás. Algunas personas han testificado que, aunque lograron sus objetivos de riqueza, relaciones y placer, seguía existiendo un profundo vacío en su interior, una sensación de vacío que nada parecía llenar.

¿Cómo se puede encontrar el propósito, la plenitud y la satisfacción en la vida? ¿Cómo se puede lograr algo importante y duradero? Muchas personas nunca se han detenido a considerar estas preguntas tan importantes. Miran atrás años después y se preguntan por qué sus relaciones se han venido abajo y por qué se sienten tan vacías, aunque hayan conseguido lo que se proponían. Como dice el libro del Eclesiastés, muchos objetivos solo demuestran que están vacíos después de haber perdido años intentando alcanzarlos (Eclesiastés 1-2).

El autor del libro del Eclesiastés buscaba el sentido de la vida en muchas cosas vanas. Describe la sensación de vacío que sentía: "Vanidad de vanidades...vanidad de vanidades, todo es vanidad" (Eclesiastés 1:2). El rey Salomón, el escritor del Eclesiastés, tenía grandes riquezas, una sabiduría superior a la de cualquier hombre de su época o de la nuestra, cientos de mujeres, palacios y jardines que eran la envidia de los reinos, la mejor comida y el mejor vino, y todo tipo de entretenimiento disponible. Llegó a decir que todo lo que su corazón deseaba, lo perseguía (Eclesiastés 2:10). Sin embargo, resumió la vida "bajo el sol" -la vida vivida como si todo lo que hay en la vida es lo que podemos ver con nuestros ojos y experimentar con nuestros sentidos- como algo sin sentido. ¿Qué explica este vacío? Dios nos creó para algo más allá de lo que podemos experimentar aquí y ahora. Salomón dijo de Dios: "ha puesto eternidad en el corazón de ellos" (Eclesiastés 3:11). En nuestros corazones somos conscientes de que el "aquí y ahora" no es todo lo que hay.

En el libro del Génesis encontramos una clave sobre el sentido de la vida: Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza (Génesis 1:26). Fuimos hechos especialmente por Dios, y eso nos da un valor inherente; nada puede darnos más valor. Hechos para reflejar Su imagen, tenemos un propósito: glorificar a Dios; nada puede darnos mayor satisfacción.

Antes de que la humanidad cayera y la maldición del pecado viniera sobre la tierra, lo siguiente era cierto:

1) Dios hizo del hombre una criatura social (Génesis 2:18-25)

2) Dios le dio trabajo al hombre (Génesis 2:15)

3) Dios tuvo comunión con el hombre (Génesis 3:8)

4) Dios le dio al hombre dominio sobre la tierra (Génesis 1:26).

Estos hechos tienen un significado relacionado con el sentido de la vida. La intención de Dios era que la humanidad tuviera plenitud en la vida, pero nuestra condición (especialmente en lo que respecta a nuestra comunión con Dios) se vio afectada negativamente por la caída en el pecado y la maldición derivada sobre la tierra (Génesis 3).

El libro del Apocalipsis muestra que Dios está interesado en devolvernos el sentido de la vida. Dios destruirá la creación actual y creará un cielo nuevo y una tierra nueva. En ese momento, restaurará la plena comunión con la humanidad ya redimida, mientras que los no redimidos habrán sido juzgados y arrojados al lago de fuego (Apocalipsis 20:11-15). Se habrá eliminado la maldición del pecado; no habrá más pecado, tristeza, enfermedad, muerte ni dolor (Apocalipsis 21:4). Dios morará con la humanidad, y serán Sus hijos (Apocalipsis 21:7). Así, cerramos el círculo: Dios nos creó para tener comunión con Él; el hombre pecó, rompiendo esa comunión; Dios restaura esa comunión en el estado eterno. Pasar por la vida logrando todo lo que nos proponemos sólo para morir separados de Dios por la eternidad sería una tragedia impensable. Pero Dios ha hecho posible la dicha eterna (Lucas 23:43) y que la vida en la tierra tenga satisfacción y sentido. ¿Cómo se consigue esta dicha eterna y el "cielo en la tierra"?

El sentido de la vida restaurada mediante Jesucristo

El verdadero sentido de la vida, tanto ahora como en la eternidad, se encuentra en la restauración de nuestra relación con Dios. Esta restauración es posible únicamente a través del Hijo de Dios, Jesucristo, quien nos reconcilia con Dios (Romanos 5:10; Hechos 4:12; Juan 1:12; 14:6). La salvación y la vida eterna son el don de Dios cuando confiamos en Jesucristo como Salvador. Una vez que recibimos la salvación por gracia a través de la fe, Cristo nos convierte en nuevas criaturas, y comenzamos el camino para acercarnos a Él y aprender a confiar en Él.

Dios quiere que conozcamos el sentido de la vida. Jesús dijo: "Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia" (Juan 10:10). Una vida "plena" es aquella que tiene sentido y que carece de caminos sin rumbo.

El sentido de la vida está contenido en la gloria de Dios. Cuando Dios llama a Sus elegidos, dice: "todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice" (Isaías 43:7). La razón por la que fuimos creados es para la gloria de Dios. Cada vez que sustituimos la gloria de Dios por la nuestra, nos convertimos en idólatras y perdemos el sentido de la vida. Jesús dijo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará" (Mateo 16:24-25). Y tenemos esta promesa: "Deléitate asimismo en el Señor, y él te concederá las peticiones de tu corazón" (Salmos 37:4).


domingo, 23 de abril de 2023

LOS DIEZMOS ¿Sabía usted que fueron abolidos en la cruz de Cristo?

 

LOS DIEZMOS

¿Sabía usted que fueron abolidos en la cruz de Cristo?



-Diezmos. Solo para los levíticos y demás pueblo israelita. De granos, frutos y animales. Guardados en alfolíes (almacenes).

 -Ofrendas “cada primer día de la semana, según haya prosperado”. Voluntarias. Para las obras evangelistas y benévolas de la iglesia.

 

No se deje engañar por Falsos Ministros y Pastores, que lo que les interesa es su dinero en sus congregaciones. No se lleve de lo que hablen o digan, escudriñe y lea la Biblia.

¿Sabía usted que...?

1. Los israelitas diezmaban “cada año”, y no cada mes o cada semana. “Indefectiblemente diezmarás... cada año” (Deuteronomio 14:22). ¡Una sola vez al año!

2. Israel diezmaba “de vacas o de ovejas, de todo lo que pasa bajo la vara”, “de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles” (Levítico 27:30, 32), “de tu vino o de tu aceite”, “de todo el producto del grano que rindiera tu campo cada año” (Deut. 14:22-23).

3. Los israelitas comían sus diezmos dos años de cada tres, entregando “cada tres

años todo el diezmo” a los levitas, huérfanos y viudas. “Al fin de cada tres años sacarás todo el diezmo de tus productos de aquel año, y lo guardarás en tus ciudades. Y vendrá el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda, y comerán” (Deut. 14:28-29).

4. ¿Dónde debía el israelita comer sus diezmos? No, por cierto, en cualquier lugar sino “delante de Jehová en el lugar que Jehová tu Dios hubiere escogido” (Deut. 12:17-18).

“Y si el camino fuere tan largo que no puedas llevarlo, lo venderás y guardarás el dinero, y vendrás al lugar; y darás el dinero por todo lo que deseas y comerás” (Deut. 14:24-26).

5. Los diezmos de cada tres años fueron guardados, para los levitas (la tribu sacerdotal), viudas, huérfanos y extranjeros, en “ las ciudades”. “Y todo Judá trajo el diezmo del grano, del vino y del aceite, a los almacenes” (Nehemías 12:44; 13:12). “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa” (Malaquías 3:10). El “alfolí” era un “granero o pósito”, un almacén, en el que se almacenaba “alimento”, y no dinero, para los sacerdotes levíticos que oficiaban en el tabernáculo (templo).

6. Los israelitas no diezmaban de dinero sino de lo que se podía comer.

7. Los levitas debían diezmar. “Presentaréis el diezmo de los diezmos” (Núm. 18:26-32).

8. El israelita podía “rescatar algo del diezmo”, añadiendo la quinta parte (Lev. 27:31).

9. Durante su ministerio terrenal, Jesucristo enseñó a diezmar (Mateo 23:23) porque él nació y vivió bajo la ley de Moisés. “Nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gálatas 4:4).

¿Sabía usted que...?

1. El sacerdocio levítico y los diezmos fueron clavados en la cruz. “Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley” (Hebreos 7:12). Todo cristiano fiel es sacerdote (1 Pedro 2:4-10; Apocalipsis 1:6), no siendo los pastores

(obispos, ancianos), o evangelistas, sacerdotes exclusivos de la iglesia.

2. Toda aquella antigua ley dada en el monte de Sinaí al pueblo de Israel, mil quinientos años antes de Cristo, fue anulada, quitada de medio y clavada en la cruz, incluyendo las leyes sobre “diezmar” (2 Cor. 3:6-17; Colosenses 2:14-17; Heb. 8:8-13).

3. Enseñar a diezmar es, pues, judaizar, y judaizar es pecar, según Gálatas . “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído. (Gal. 5:4-6)”

4. El Nuevo Testamento de Cristo no manda a diezmar, no habiendo en él ejemplo de cristiano o iglesia alguna que diezmara. “Aquí reciben diezmos hombres mortales” (Heb. 7:8) alude a los levitas no convertidos a Cristo que aún oficiaban en el templo judío.

5. La nueva ley del Nuevo Pacto es la ofrenda voluntaria dada “cada primer día de

la semana”, y no todos los días. “Cada uno ponga aparte algo, según haya prospe-

rado” (1 Cor. 16:1-3). “Cada uno dé como propuso en su corazón, porque Dios ama al dador alegre” que “siembra generosamente”, y no obligado (2 Corintios 8:1-12; 9:1-15).

6. Todo ministro fiel del Nuevo Pacto enseña esta nueva ley. No pide diezmos. No hace mercadería de los santos (2 Pedro 2:1-3; 1 Tim. 6). El que es digno de ayuda, recibe “salario”, diezmos no, de las ofrendas voluntarias (1 Cor. 9; 2 Cor. 11:8; Filipenses 4:10-20).


domingo, 16 de abril de 2023

Los frutos de la nueva vida (2 Reyes 5:15-19)

 

Los frutos de la nueva vida
(2 Reyes 5:15-19)



Leamos esta cita :(2 R 5:15-19) "Y volvió al varón de Dios, él y toda su compañía, y se puso delante de él, y dijo: He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que recibas algún presente de tu siervo. Mas él dijo: Vive Jehová, en cuya presencia estoy, que no lo aceptaré. Y le instaba que aceptara alguna cosa, pero él no quiso. Entonces Naamán dijo: Te ruego, pues, ¿de esta tierra no se dará a tu siervo la carga de un par de mulas? Porque de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino a Jehová. En esto perdone Jehová a tu siervo: que cuando mi señor el rey entrare en el templo de Rimón para adorar en él, y se apoyare sobre mi brazo, si yo también me inclinare en el templo de Rimón; cuando haga tal, Jehová perdone en esto a tu siervo. Y él le dijo: Ve en paz. Se fue, pues, y caminó como media legua de tierra."

Como recién nacido salió Naamán del Jordán. Y no sólo había dejado atrás sus prejuicios, sino también su soberbia y orgullo. Humillado, ricamente obsequiado y profundamente feliz, pisó la orilla del Jordán con una actitud completamente transformada y con nuevas metas para su vida. Y junto con su compañía volvió por segunda vez al varón de Dios. Tras su curación, su anhelo no fue volver a su patria Siria, sino volver al hombre de Dios que le había mostrado el camino para su salvación.

Agradecimiento, un fruto de la nueva vida

Al meditar sobre esta conmovedora escena nuestros pensamientos vuelan a una historia del Nuevo Testamento donde diez leprosos fueron sanados por nuestro Señor Jesucristo, después de obedecer a su mandato (Lc 17:11-19). Pero sólo uno de los diez volvió para dar las gracias a su Salvador y glorificar a Dios "a gran voz".

Más sorprendente todavía es el hecho de que Naamán, tras su curación, fuera directamente y con un corazón agradecido a la persona que le salvó, para glorificar al Dios de Israel, siendo él un sirio que no pertenecía al pueblo de Dios.

Para él su nueva fe no era un asunto privado, sino que lo impulsó a testificar abiertamente y sin recelos en presencia de su compañía: "He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel" (versículo 15).

No le interesaban las caras asombradas y las posibles reacciones de sus soldados y siervos paganos, sino que su corazón le impulsó al agradecimiento a la vista de todo el mundo. Con toda naturalidad practicó lo que siglos más tarde escribiera el apóstol Pablo en (Ro 10:10): "Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación". Y por eso hoy por hoy nos dejó nuestro Señor Jesús Cristo un regalo para mantenernos en comunión con él y mostrar nuestro agradecimiento y fidelidad de conducta que es la Cena del Señor.

Recordemos hermanos que Dios nos creó para buenas obras, y sobre todo como dice la escritura “ Así que entonces, hagamos bien a todos según tengamos oportunidad, y especialmente a los de la familia de la fe. (Gálatas 6:10).

Amen,

 


domingo, 9 de abril de 2023

Creyentes en el mundo (Juan 17:14-17)

 

Creyentes en el mundo (Juan 17:14-17)



Vamos a tratar de definir la relación que tuvieron los discípulos con Cristo Jesús y el Padre, una relación que les traería plenitud de gozo, ahora pasa a hablar de su relación con el mundo, donde sufrirían su odio. Por lo tanto, por una parte eran objetos del amor del Padre, y por otra eran objetos del odio del mundo, exactamente igual que Cristo.

¿Por qué causa el mundo aborrece a los creyentes? "El mundo los aborreció, porque no son del mundo" (Jn 17:14) "Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo."

En primer lugar debemos notar que éste era un tema que el Señor ya había tratado con sus discípulos en esa misma noche (Jn 15:18-21), pero ahora lo trae ante el Padre en oración.

No hay duda de que el mundo puede ser un lugar tremendamente hostil; está lleno de odios amargos engendrados por el nacionalismo, el racismo, la lucha entre las clases sociales, las guerras de religión, la avaricia, el orgullo... Sin embargo, la hostilidad a la que el Señor se refiere aquí surge por una razón diferente. Se produce como reacción a la predicación de la Palabra de Dios. Como ya hemos visto en varias ocasiones a lo largo de este evangelio, esta Palabra siempre provoca división entre los oyentes (Jn 7:43) (Jn 9:16) (Jn 10:19). Pero, ¿por qué ocurre tal cosa?

El problema es que la Palabra de Dios pone al descubierto el pecado del mundo, lo llama al arrepentimiento, a deponer sus armas contra Dios y rendirse a él. Esto no le gusta al mundo, por eso, aquellos que responden positivamente a este llamamiento, pasan a ser considerados como traidores, y el mundo los aborrece por eso.

Pero lo curioso es que no es sólo la denuncia del pecado del mundo lo que provoca esta hostilidad; con mucha frecuencia también su mensaje de misericordia, perdón y salvación, tienen el mismo efecto. Recordemos la hostilidad de los líderes religiosos del judaísmo contra el Señor cuando él anunciaba las buenas nuevas de salvación a los perdidos, menospreciándole, e incluso queriéndole matar por ello (Lc 5:17-21) (Jn 5:18-24).

Por lo tanto, si el mundo había sido hostil con Cristo cuando él proclamó la Palabra de Dios, también lo sería con sus discípulos cuando continuaran con esta misma labor.

¿Por qué dice que los creyentes no son de este mundo?

En un sentido ellos sí eran del mundo; habían nacido en el mundo y eran parte de él, pero como el Señor indica aquí, todo cambió desde el momento en que él les había dado la "palabra" del Padre y ellos la habían creído. Desde ese momento habían sido introducidos en un estado nuevo de cosas enteramente distinto del mundo. Su manera de actuar, de hablar, de pensar, de vestir, de hacer negocios... no es la de este mundo.

"No ruego que los quites del mundo"

(Jn 17:15) "No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal."

A pesar de la hostilidad del mundo contra los creyentes, el Señor quiere que se queden en él. ¿Qué sería del mundo si Dios sacara de él a los cristianos que predican la Palabra de Dios? Sin duda sería desastroso para el mundo. En palabras del Señor, los creyentes son la luz y la sal del mundo que se encuentra en tinieblas y en un continuo proceso de corrupción (Mt 5:13-14) (Fil 2:15). El mundo necesita a los creyentes para darles a conocer la gracia de Dios. Ellos son un buen ejemplo de ello.

Aunque es el propósito de Dios que los suyos queden en este mundo con la finalidad de dar testimonio de él, lamentablemente, en muchas ocasiones los creyentes se han aislado, pero esto no era por lo que oraba el Señor al Padre.

Dios, su poder y paciencia? ¿Cómo podrían ser debidamente preparados para el cielo sin haber sido previamente templados en las pruebas de esta vida?

Hubo tres ocasiones en las que diferentes hombres de Dios del pasado oraron pidiendo ser quitados del mundo. Estos fueron Moisés (Nm 11:15), Elías (1 R 19:4) y Jonás (Jon 4:3), pero como ya sabemos, el Señor no concedió la petición de ninguno de ellos.

La evasión nunca es la alternativa divina, sino el alcanzar la victoria en medio del mundo hostil. Somos llamados a vivir dentro del mundo. Ese es el lugar donde tenemos que llevar a cabo todas nuestras actividades: comprar, vender, estudiar, convivir...

"Que los guardes del mal"

Cuando el Señor ascendiera al cielo y ellos tuvieran que vivir y testificar de Cristo en medio de un mundo hostil, se encontrarían inmersos en constantes peligros que intentarían desviarlos de su fidelidad a Cristo, es por eso que el Señor vuelve a pedir al Padre que "los guarde del mal".

Algunos piensan que el "mal" del que debemos ser guardados se relaciona directamente con Satanás, "el maligno", pero seguramente deberíamos pensar en todos los males que nos pueden asaltar, incluyendo también el mundo y nuestra propia naturaleza caída.

En este contexto uno de los males por los que el Señor pedía que fueran guardados podría ser la mundanalidad, que destruye la diferencia entre la iglesia y el mundo. Esto consiste en asimilar su forma de pensar y actuar. Dentro de estos peligros hay varios que parecen estar golpeando con fuerza a las iglesias de nuestro tiempo.

Lo que se deduce de la oración del Señor es que si la iglesia debe llegar a tener algún impacto en el mundo, sólo lo conseguirá siendo diferente a él. Pensemos por un momento en Daniel y sus tres amigos. Ellos fueron llevados como prisioneros de guerra a Babilonia, donde llegaron a tener un impacto muy decisivo sobre Nabucodonosor y su corte. Ahora bien, ¿cómo lo consiguieron? Pues no fue por volverse como el mundo pagano al que fueron llevados, sino permaneciendo obedientes a la Palabra de Dios. Comenzaron por no aceptar sus normas alimenticias contrarias a las ordenanzas del Antiguo Testamento, también se negaron a arrodillarse ante el ídolo que Nabucodonosor había creado, a pesar de que por esa razón fueron echados a un horno de fuego. Luego, cuando por un decreto real se prohibió orar al Señor, Daniel continuó con su vida normal de oración, aunque por ello fue echado al foso de los leones. Podría decirse que si Daniel impacto en los gobernantes babilonios y luego en los persas, lo fue porque se opuso a la cultura de su tiempo en todo aquello que implicara desobedecer la Palabra de Dios.

Como alguien ha dicho, no es el barco en el agua, sino el agua en el barco lo que lo hunde. Así que, el peligro no es que un cristiano esté en el mundo, sino que el mundo esté en el cristiano. Además, mientras el cristiano viva de una manera mundana, su testimonio en el mundo será completamente ineficaz, porque si el mundo no puede ver una diferencia clara entre los que profesan ser cristianos y los del mundo, éstos no tendrán ningún deseo de cambiar.

tentaciones que podemos encontrar en este mundo. Necesitamos el poder de Dios para vencer toda tentación, y por esa razón, nosotros también debemos orar continuamente a Dios para que nos libre del mal (Mt 6:13).

"No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo"

(Jn 17:16) "No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo."

"Santifícalos en tu verdad"

(Jn 17:17) "Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad."

La iglesia de Cristo debe ser santa. Cuando leemos las cartas que el Señor dirigió a las iglesias de Asia y que encontramos en Apocalipsis capítulos 2 y 3, vemos su interés por la santidad de su pueblo tanto en lo moral como en lo doctrinal.

La persona auténticamente santa es la que se aparta de aquellas cosas que la Palabra de Dios prohíbe para entregarse enteramente al Señor.

Por lo tanto, la santidad tiene dos vertientes claramente diferenciadas. Tal como el Señor oró, implicaba ser "guardados del mal", pero eso no bastaba, también debían ser consagrados en la verdad. Como diría el salmista: "Apártate del mal, y haz el bien, y vivirás para siempre" (Sal 37:27).

Ahora bien, en (Jn 15:3) el Señor les había dicho a los discípulos "vosotros ya estáis limpios por la palabra que yo os he hablado". Surge entonces la pregunta: Si ya estaban limpios, ¿por qué ruega al Padre que los santifique? La cuestión es que desde el mismo instante en que nacemos de nuevo somos santos ("apartados") para Dios. En este sentido, todos los que componen la iglesia son santos (Ro 1:7) (1 Co 1:2) (2 Co 1:1) (Ef 1:1) (Fil 1:1). Pero con frecuencia fallamos en cumplir con este llamamiento del Señor y necesitamos ser santificados o consagrados al Señor continuamente.

Ser santos es un mandato del Señor que tiene varios propósitos.

En ese contexto, el primero de ellos tenía que ver con la misión que los discípulos tendrían por delante en el mundo. Los incrédulos pueden negarse a ver la verdad de nuestros argumentos, pero no pueden evadir la evidencia de una vida santa y transformada por el Espíritu Santo. Claro está que nuestro cristianismo no merecerá la atención del mundo si no vivimos vidas santas.

Y en segundo lugar, vivir santamente prepara a los cristianos para el cielo. Cuanto más cerca vivamos de Dios mientras estamos en este mundo, más podremos gozar de la felicidad en nuestra eterna morada. Aunque sólo la sangre de Cristo puede justificarnos y darnos la entrada al cielo, la santificación nos da la capacidad de disfrutarlo.

Es cierto que es el Hijo quien le pide al Padre que nos santifique, porque es un hecho que los hombres no podemos santificarnos a nosotros mismos, aun así, debe haber en nosotros el deseo de que Dios lo haga y la disposición para dejarle hacer.

"En tu verdad, tu palabra es verdad"

¿Cómo podemos mantenernos limpios y puros en este mundo? ¿Qué recursos nos ha dejado Dios para nuestra santificación? El Señor lo indica con claridad: "Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad". Siglos antes el salmista se había hecho la misma pregunta y había llegado a la misma conclusión:

(Sal 119:9) "¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra."

Y en otra ocasión:

(Sal 19:7-8) "La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; el precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos."

Esta respuesta sigue siendo válida para todo creyente en toda época y lugar. Por lo tanto, la clave está en el estudio aplicado de la Palabra de Dios y la obediencia a sus mandamientos. Necesitamos constantemente dejarnos lavar por la Palabra del Señor.\

 

Francis Suarez

Gracias a Estudios Bíblicos por

Sus Artículos e Informaciones.


sábado, 1 de abril de 2023

¿Significado “ ser una sola carne” en un matrimonio?

 

¿Significado “ ser una sola carne” en un matrimonio?



 El término “una sola carne” viene del libro de Génesis en la narración de la creación de Eva. Génesis 2:21-24 describe el proceso por el cual Dios creó a Eva de una costilla tomada del costado de Adán mientras dormía. Adán reconoció que Eva era parte de él; de hecho, eran "una sola carne". El término “una sola carne” significa que, así como nuestros cuerpos son un todo, y no pueden ser divididos en pedazos y aun así seguir siendo una unidad, de la misma manera Dios decidió que sucediera con la relación matrimonial. Ya no son más dos entidades (dos individuos), sino que ahora son una sola entidad (una pareja casada). Hay un número de aspectos en esta nueva unión.

Me da pena ver que en esta isla bella que es Puerto Rico, esa institución creada por Dios llamada el matrimonio está en crisis, la mayoría de las parejas no quieren casarse, sobre todo en las mujeres, quieren tener esa independencia; por eso hay tantas madres solteras en esta sociedad, incluso llegando a tener varios hijos con diferentes padres, sin pensar que esto es dañino para los hijos.  En lo concerniente a las relaciones emocionales, la nueva unidad tiene prioridad sobre todas las relaciones previas y futuras (Génesis 2:24). Algunas parejas de casados continúan concediéndole un mayor peso a los lazos que los unen con sus padres, que con su nuevo cónyuge. Esta es una receta para el desastre en un matrimonio y es una perversión al propósito original de Dios de “dejar y unirse”. Un problema similar puede surgir, cuando uno de los cónyuges comienza a inclinarse más por satisfacer las necesidades emocionales de un hijo que las de su esposo(a).

Emocionalmente, espiritualmente, intelectualmente, financieramente y en cualquier otro aspecto, la pareja debe convertirse en uno. Así como una parte del cuerpo cuida de las otras partes del organismo (el estómago digiere la comida para el cuerpo, el cerebro dirige al cuerpo por el bien del ser, las manos trabajan para el beneficio del cuerpo, etc.), igualmente en el matrimonio, cada cónyuge debe cuidar del otro. Cada cónyuge ya no debe ver el dinero ganado como “mi” dinero, sino como “nuestro” dinero. Efesios 5:22-23 y Proverbios 31:10-31, nos dan la aplicación de esta “unidad” en el papel del esposo y la esposa respectivamente.

Físicamente, ellos se convierten en una carne y el resultado de esa sola carne se encuentra en los hijos que produce su unión. Ahora estos hijos poseen una composición genética especial, como resultado de la unión. Y aún en el aspecto sexual de su relación, ellos no deben considerar sus cuerpos como propios, sino pertenecientes a su cónyuge (1 Corintios 7:3-5). Tampoco se enfocarán en su propio placer, sino más bien en proporcionar placer a su esposo(a).

La unidad y deseo de beneficiar al otro no es algo automático, especialmente después de que la raza humana cayó en pecado. En Génesis 2:24, le es dicho al hombre que se “una” a su mujer. Esta palabra abarca dos ideas. Una es estar “pegado” a su esposa, una ilustración de qué tan unido debe ser el lazo matrimonial. El otro aspecto es “dedicarse diligentemente a ver por” la esposa. Este “dedicarse diligentemente a ver por” es llevarlo más allá del noviazgo que conduce a la boda y continuarlo a través del matrimonio. La tendencia carnal es hacer “lo que me hace sentir bien” en vez de considerar lo que beneficiará al esposo(a). Y este egocentrismo es la rutina en la que comúnmente caen los matrimonios, “una vez terminada la luna de miel”. En vez de que cada uno de los cónyuges se preocupe por cómo no se satisfacen sus propias necesidades, debe permanecer concentrado en suplir las necesidades del cónyuge.

A pesar de lo agradable que puede ser que dos personas que vivan juntas, satisfagan las necesidades del otro, Dios tiene un llamado más elevado para el matrimonio. Así como debían servir a Cristo con sus vidas antes del matrimonio (Romanos 12:1-2), ahora deben servir juntos a Cristo, como una unidad, y criar a sus hijos para servir a Dios (1 Corintios 7:29-34; Malaquías 2:15; Efesios 6:4). Priscila y Aquila, en Hechos 18, serían buenos ejemplos de esto. En la medida que una pareja busca servir a Cristo, el gozo que da el Espíritu llenará su matrimonio (Gálatas 5:22-23). En el Jardín del Edén había tres personajes (Dios el Creador, Adán, y Eva) y había gozo. Así que, si Dios es el centro de un matrimonio, también habrá gozo. Sin Dios, una verdadera y plena unidad no es posible.

 

Francis Suarez

Fuentes: Gotquestions.ong

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