domingo, 9 de abril de 2023

Creyentes en el mundo (Juan 17:14-17)

 

Creyentes en el mundo (Juan 17:14-17)



Vamos a tratar de definir la relación que tuvieron los discípulos con Cristo Jesús y el Padre, una relación que les traería plenitud de gozo, ahora pasa a hablar de su relación con el mundo, donde sufrirían su odio. Por lo tanto, por una parte eran objetos del amor del Padre, y por otra eran objetos del odio del mundo, exactamente igual que Cristo.

¿Por qué causa el mundo aborrece a los creyentes? "El mundo los aborreció, porque no son del mundo" (Jn 17:14) "Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo."

En primer lugar debemos notar que éste era un tema que el Señor ya había tratado con sus discípulos en esa misma noche (Jn 15:18-21), pero ahora lo trae ante el Padre en oración.

No hay duda de que el mundo puede ser un lugar tremendamente hostil; está lleno de odios amargos engendrados por el nacionalismo, el racismo, la lucha entre las clases sociales, las guerras de religión, la avaricia, el orgullo... Sin embargo, la hostilidad a la que el Señor se refiere aquí surge por una razón diferente. Se produce como reacción a la predicación de la Palabra de Dios. Como ya hemos visto en varias ocasiones a lo largo de este evangelio, esta Palabra siempre provoca división entre los oyentes (Jn 7:43) (Jn 9:16) (Jn 10:19). Pero, ¿por qué ocurre tal cosa?

El problema es que la Palabra de Dios pone al descubierto el pecado del mundo, lo llama al arrepentimiento, a deponer sus armas contra Dios y rendirse a él. Esto no le gusta al mundo, por eso, aquellos que responden positivamente a este llamamiento, pasan a ser considerados como traidores, y el mundo los aborrece por eso.

Pero lo curioso es que no es sólo la denuncia del pecado del mundo lo que provoca esta hostilidad; con mucha frecuencia también su mensaje de misericordia, perdón y salvación, tienen el mismo efecto. Recordemos la hostilidad de los líderes religiosos del judaísmo contra el Señor cuando él anunciaba las buenas nuevas de salvación a los perdidos, menospreciándole, e incluso queriéndole matar por ello (Lc 5:17-21) (Jn 5:18-24).

Por lo tanto, si el mundo había sido hostil con Cristo cuando él proclamó la Palabra de Dios, también lo sería con sus discípulos cuando continuaran con esta misma labor.

¿Por qué dice que los creyentes no son de este mundo?

En un sentido ellos sí eran del mundo; habían nacido en el mundo y eran parte de él, pero como el Señor indica aquí, todo cambió desde el momento en que él les había dado la "palabra" del Padre y ellos la habían creído. Desde ese momento habían sido introducidos en un estado nuevo de cosas enteramente distinto del mundo. Su manera de actuar, de hablar, de pensar, de vestir, de hacer negocios... no es la de este mundo.

"No ruego que los quites del mundo"

(Jn 17:15) "No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal."

A pesar de la hostilidad del mundo contra los creyentes, el Señor quiere que se queden en él. ¿Qué sería del mundo si Dios sacara de él a los cristianos que predican la Palabra de Dios? Sin duda sería desastroso para el mundo. En palabras del Señor, los creyentes son la luz y la sal del mundo que se encuentra en tinieblas y en un continuo proceso de corrupción (Mt 5:13-14) (Fil 2:15). El mundo necesita a los creyentes para darles a conocer la gracia de Dios. Ellos son un buen ejemplo de ello.

Aunque es el propósito de Dios que los suyos queden en este mundo con la finalidad de dar testimonio de él, lamentablemente, en muchas ocasiones los creyentes se han aislado, pero esto no era por lo que oraba el Señor al Padre.

Dios, su poder y paciencia? ¿Cómo podrían ser debidamente preparados para el cielo sin haber sido previamente templados en las pruebas de esta vida?

Hubo tres ocasiones en las que diferentes hombres de Dios del pasado oraron pidiendo ser quitados del mundo. Estos fueron Moisés (Nm 11:15), Elías (1 R 19:4) y Jonás (Jon 4:3), pero como ya sabemos, el Señor no concedió la petición de ninguno de ellos.

La evasión nunca es la alternativa divina, sino el alcanzar la victoria en medio del mundo hostil. Somos llamados a vivir dentro del mundo. Ese es el lugar donde tenemos que llevar a cabo todas nuestras actividades: comprar, vender, estudiar, convivir...

"Que los guardes del mal"

Cuando el Señor ascendiera al cielo y ellos tuvieran que vivir y testificar de Cristo en medio de un mundo hostil, se encontrarían inmersos en constantes peligros que intentarían desviarlos de su fidelidad a Cristo, es por eso que el Señor vuelve a pedir al Padre que "los guarde del mal".

Algunos piensan que el "mal" del que debemos ser guardados se relaciona directamente con Satanás, "el maligno", pero seguramente deberíamos pensar en todos los males que nos pueden asaltar, incluyendo también el mundo y nuestra propia naturaleza caída.

En este contexto uno de los males por los que el Señor pedía que fueran guardados podría ser la mundanalidad, que destruye la diferencia entre la iglesia y el mundo. Esto consiste en asimilar su forma de pensar y actuar. Dentro de estos peligros hay varios que parecen estar golpeando con fuerza a las iglesias de nuestro tiempo.

Lo que se deduce de la oración del Señor es que si la iglesia debe llegar a tener algún impacto en el mundo, sólo lo conseguirá siendo diferente a él. Pensemos por un momento en Daniel y sus tres amigos. Ellos fueron llevados como prisioneros de guerra a Babilonia, donde llegaron a tener un impacto muy decisivo sobre Nabucodonosor y su corte. Ahora bien, ¿cómo lo consiguieron? Pues no fue por volverse como el mundo pagano al que fueron llevados, sino permaneciendo obedientes a la Palabra de Dios. Comenzaron por no aceptar sus normas alimenticias contrarias a las ordenanzas del Antiguo Testamento, también se negaron a arrodillarse ante el ídolo que Nabucodonosor había creado, a pesar de que por esa razón fueron echados a un horno de fuego. Luego, cuando por un decreto real se prohibió orar al Señor, Daniel continuó con su vida normal de oración, aunque por ello fue echado al foso de los leones. Podría decirse que si Daniel impacto en los gobernantes babilonios y luego en los persas, lo fue porque se opuso a la cultura de su tiempo en todo aquello que implicara desobedecer la Palabra de Dios.

Como alguien ha dicho, no es el barco en el agua, sino el agua en el barco lo que lo hunde. Así que, el peligro no es que un cristiano esté en el mundo, sino que el mundo esté en el cristiano. Además, mientras el cristiano viva de una manera mundana, su testimonio en el mundo será completamente ineficaz, porque si el mundo no puede ver una diferencia clara entre los que profesan ser cristianos y los del mundo, éstos no tendrán ningún deseo de cambiar.

tentaciones que podemos encontrar en este mundo. Necesitamos el poder de Dios para vencer toda tentación, y por esa razón, nosotros también debemos orar continuamente a Dios para que nos libre del mal (Mt 6:13).

"No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo"

(Jn 17:16) "No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo."

"Santifícalos en tu verdad"

(Jn 17:17) "Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad."

La iglesia de Cristo debe ser santa. Cuando leemos las cartas que el Señor dirigió a las iglesias de Asia y que encontramos en Apocalipsis capítulos 2 y 3, vemos su interés por la santidad de su pueblo tanto en lo moral como en lo doctrinal.

La persona auténticamente santa es la que se aparta de aquellas cosas que la Palabra de Dios prohíbe para entregarse enteramente al Señor.

Por lo tanto, la santidad tiene dos vertientes claramente diferenciadas. Tal como el Señor oró, implicaba ser "guardados del mal", pero eso no bastaba, también debían ser consagrados en la verdad. Como diría el salmista: "Apártate del mal, y haz el bien, y vivirás para siempre" (Sal 37:27).

Ahora bien, en (Jn 15:3) el Señor les había dicho a los discípulos "vosotros ya estáis limpios por la palabra que yo os he hablado". Surge entonces la pregunta: Si ya estaban limpios, ¿por qué ruega al Padre que los santifique? La cuestión es que desde el mismo instante en que nacemos de nuevo somos santos ("apartados") para Dios. En este sentido, todos los que componen la iglesia son santos (Ro 1:7) (1 Co 1:2) (2 Co 1:1) (Ef 1:1) (Fil 1:1). Pero con frecuencia fallamos en cumplir con este llamamiento del Señor y necesitamos ser santificados o consagrados al Señor continuamente.

Ser santos es un mandato del Señor que tiene varios propósitos.

En ese contexto, el primero de ellos tenía que ver con la misión que los discípulos tendrían por delante en el mundo. Los incrédulos pueden negarse a ver la verdad de nuestros argumentos, pero no pueden evadir la evidencia de una vida santa y transformada por el Espíritu Santo. Claro está que nuestro cristianismo no merecerá la atención del mundo si no vivimos vidas santas.

Y en segundo lugar, vivir santamente prepara a los cristianos para el cielo. Cuanto más cerca vivamos de Dios mientras estamos en este mundo, más podremos gozar de la felicidad en nuestra eterna morada. Aunque sólo la sangre de Cristo puede justificarnos y darnos la entrada al cielo, la santificación nos da la capacidad de disfrutarlo.

Es cierto que es el Hijo quien le pide al Padre que nos santifique, porque es un hecho que los hombres no podemos santificarnos a nosotros mismos, aun así, debe haber en nosotros el deseo de que Dios lo haga y la disposición para dejarle hacer.

"En tu verdad, tu palabra es verdad"

¿Cómo podemos mantenernos limpios y puros en este mundo? ¿Qué recursos nos ha dejado Dios para nuestra santificación? El Señor lo indica con claridad: "Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad". Siglos antes el salmista se había hecho la misma pregunta y había llegado a la misma conclusión:

(Sal 119:9) "¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra."

Y en otra ocasión:

(Sal 19:7-8) "La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; el precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos."

Esta respuesta sigue siendo válida para todo creyente en toda época y lugar. Por lo tanto, la clave está en el estudio aplicado de la Palabra de Dios y la obediencia a sus mandamientos. Necesitamos constantemente dejarnos lavar por la Palabra del Señor.\

 

Francis Suarez

Gracias a Estudios Bíblicos por

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